¿Mañana?
“Debe ser eso la melancolía: no poder pensar en futuro, no querer pensar en futuro.”
Martín Caparrós – Antes que nada
En su autobiografía/diario de ruta intelectual Antes que nada (2024), al hacer el recuento al que le lleva la conciencia de la enfermedad progresiva, incurable y mortal que padece, Martín Caparrós cuenta que no es hombre de ver mucho hacia atrás -no en lo que se refiere a su propia vida- ni llorar pérdidas.
Sin embargo, a raíz del diagnóstico -ya contundente, pues fue todo un periplo- de su enfermedad, reflexiona sobre lo que puede ser la melancolía, más allá de definiciones de diccionario o de libros de texto académicos. Y concluye no con una afirmación sino con una probabilidad, porque a estas alturas de su vida ya lo único que tiene seguro es que falta poco para su muerte. Pero hasta ese ‘poco’ es indeterminable. Podría también morir por un infarto debido al estrés de saberse desahuciado, o de cualquier otra de las formas en que se muere cualquiera.
Pero descontando esas que pueden matar a cualquiera en cualquier momento, Caparrós tiene la seguridad de que no hay mucho tiempo por delante porque la enfermedad (ELA) lo matará dentro de ‘poco’. Por eso puede no estar seguro de si eso es la melancolía, pero lo que sí sabe es que no tiene sentido hacer planes para dentro de siete o diez años, porque no vivirá ese tiempo. Acaso tres o cinco.
“Debe ser eso la melancolía: no poder pensar en futuro, no querer pensar en futuro.”
Y sólo leerlo le pone a uno melancólico… o lo que debe… lo que ha de ser ser melancólico. Porque haría falta no haber leído todo lo que antes relata y re-cuenta Caparrós en su texto para no sentir -nudo en la garganta mediante- empatía ante esa aceptación intelectual de lo inevitable.
A veces, en los países y el mundo mismo -esto no lo plantea Caparrós, es una extrapolación de este texto- pasan cosas similares: precisamente por estar presentes en el aquí y ahora, no se puede pensar en el futuro… o -más doloroso aún- no se quiere pensar en el futuro que sí se vislumbra.
Pero Scarlett O’Hara ya no es tan convincente.
Sí… ¡qué melancolía…!